Conocemos a muchos adecos y copeyanos, provenientes de los sectores más empobrecidos (la mayoría de los chavistas de hoy, por cierto), que se ilusionaron con un líder que les hacía el reconocimiento que sus viejos dirigentes no fueron capaces de hacer en su debido momento.
*Comparto muchas de las líneas de mi viejo amigo y colega Jesús Seguías: Ni todos los chavistas son sanguinarios y perversos, ni los del lado de la oposición son oligarcas salvajes y entreguistas al imperio. En verdad como expresa Jesús, esta manera de dividir a un pueblo es sencillamente ESTÚPIDO, INFANTIL Y PRIMITIVO. Todos somos importantes y muy necesarios para construir a esa Venezuela que todos soñamos. Las diferencias reales son más pequeñas de lo que suponemos. (Paula Giraud)
Por Jesús Seguías
Email: seguias1@gmail.com
Twiter: @seguias1
En este oficio de escribidor, sobre todo cuando se hace en medio de un escenario de confrontaciones no buscadas, surgen respuestas críticas y también algunas que otras insultantes. A las primeras les doy mucha importancia. Las segundas las comprendo como el derecho al pataleo cuando no se tiene razón. Finalmente, termino respetándolos a todos. No me sacarán de mis cabales con facilidad. Hace un buen tiempo aprendí el oficio de la proactividad. Trato de practicarlo mucho. No entrego el control ni permito que me lo arrebaten. No es fácil, pero hay que hacerlo sobre todo cuando se está en política.
Yo –les manifiesto- seguiré de frente en mi propósito de ayudar a impedir que sigan pretendiendo dividir maniqueamente a los venezolanos entre los buenos y los malos. Ya es suficiente. Nos estamos destrozando inútilmente. Estamos dejando sin energías a todo un pueblo, poniéndolo a luchar de manera infantil y primitiva por objetivos además inalcanzables.
Ni los “buenos” son todos buenos, ni lo “malos” son todos malos. Calificar a todos los chavistas de sanguinarios y perversos, o a los opositores como oligarcas salvajes y entreguistas ante el imperio, es la manera más estúpida de simplificar la lucha política, de reducirla a acusaciones vacías y ridículas.
Conozco muchos chavistas honestos, comenzando por unos cuantos de mis viejos camaradas, quienes a punta de sueños e ilusiones creyeron que con Hugo Chávez por fin verían plasmados los proyectos de transformación por los cuales tanto se luchó en el pasado.
También conozco a muchos adecos y copeyanos, provenientes de los sectores más empobrecidos (la mayoría de los chavistas, por cierto), que se ilusionaron con un líder que les hacía el reconocimiento que sus viejos dirigentes no fueron capaces de hacer en su debido momento. La mayoría se enamoraron y confiaron en la propuesta de tener un país sin pobres, justo y solidario.
También, es necesario decirlo, hay los oportunistas, los pillos que se disfrazan de rojo pero no son ni revolucionarios, ni honestos, ni socialistas ni un carajo. Simplemente son aprovechadores del poder. Esos los hay en todas partes del mundo, especialmente en los países petroleros.
Todos los chavistas están en su derecho a creer, así como también estarán en su derecho a decepcionarse y renunciar al ver que sus problemas se agudizan cada día más y que están siendo utilizados por un hombre que se ha imbuido en un espíritu mesiánico y sin competencias para gobernar con efectividad.
Hemos perdido 10 años preciosos en charada tercermundista, pendenciera y llorona en vez de gobernar con seriedad, con eficiencia. Así es la vida para quienes no toman consejo a tiempo.
Al final de este corto camino (pero muy intenso) de confrontaciones inútiles comenzaremos a descubrir la necesidad de reencontrarnos, de darnos la mano para retomar el rumbo de la historia, para insertarnos en el siglo XXI como Dios manda: con unidad en medio de la diversidad para parir a la nueva Venezuela. Finalmente todos somos importantes y muy necesarios para construir a esa Venezuela. Las diferencias reales son menores de lo que suponemos.
Los tiempos de odios y venganzas son tiempos perdidos. ¿Tú qué piensas? ¿Nos resteamos?
Por Jesús Seguías
Email: seguias1@gmail.com
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En este oficio de escribidor, sobre todo cuando se hace en medio de un escenario de confrontaciones no buscadas, surgen respuestas críticas y también algunas que otras insultantes. A las primeras les doy mucha importancia. Las segundas las comprendo como el derecho al pataleo cuando no se tiene razón. Finalmente, termino respetándolos a todos. No me sacarán de mis cabales con facilidad. Hace un buen tiempo aprendí el oficio de la proactividad. Trato de practicarlo mucho. No entrego el control ni permito que me lo arrebaten. No es fácil, pero hay que hacerlo sobre todo cuando se está en política.
Yo –les manifiesto- seguiré de frente en mi propósito de ayudar a impedir que sigan pretendiendo dividir maniqueamente a los venezolanos entre los buenos y los malos. Ya es suficiente. Nos estamos destrozando inútilmente. Estamos dejando sin energías a todo un pueblo, poniéndolo a luchar de manera infantil y primitiva por objetivos además inalcanzables.
Ni los “buenos” son todos buenos, ni lo “malos” son todos malos. Calificar a todos los chavistas de sanguinarios y perversos, o a los opositores como oligarcas salvajes y entreguistas ante el imperio, es la manera más estúpida de simplificar la lucha política, de reducirla a acusaciones vacías y ridículas.
Conozco muchos chavistas honestos, comenzando por unos cuantos de mis viejos camaradas, quienes a punta de sueños e ilusiones creyeron que con Hugo Chávez por fin verían plasmados los proyectos de transformación por los cuales tanto se luchó en el pasado.
También conozco a muchos adecos y copeyanos, provenientes de los sectores más empobrecidos (la mayoría de los chavistas, por cierto), que se ilusionaron con un líder que les hacía el reconocimiento que sus viejos dirigentes no fueron capaces de hacer en su debido momento. La mayoría se enamoraron y confiaron en la propuesta de tener un país sin pobres, justo y solidario.
También, es necesario decirlo, hay los oportunistas, los pillos que se disfrazan de rojo pero no son ni revolucionarios, ni honestos, ni socialistas ni un carajo. Simplemente son aprovechadores del poder. Esos los hay en todas partes del mundo, especialmente en los países petroleros.
Todos los chavistas están en su derecho a creer, así como también estarán en su derecho a decepcionarse y renunciar al ver que sus problemas se agudizan cada día más y que están siendo utilizados por un hombre que se ha imbuido en un espíritu mesiánico y sin competencias para gobernar con efectividad.
Hemos perdido 10 años preciosos en charada tercermundista, pendenciera y llorona en vez de gobernar con seriedad, con eficiencia. Así es la vida para quienes no toman consejo a tiempo.
Al final de este corto camino (pero muy intenso) de confrontaciones inútiles comenzaremos a descubrir la necesidad de reencontrarnos, de darnos la mano para retomar el rumbo de la historia, para insertarnos en el siglo XXI como Dios manda: con unidad en medio de la diversidad para parir a la nueva Venezuela. Finalmente todos somos importantes y muy necesarios para construir a esa Venezuela. Las diferencias reales son menores de lo que suponemos.
Los tiempos de odios y venganzas son tiempos perdidos. ¿Tú qué piensas? ¿Nos resteamos?