Fotos e imagenes tomadas prestadas de Internet
Nunca en mi vida he sentido tanto
miedo y la adrenalina corriendo a millón en mi cuerpo, desde que por calamidad
de este país arruinado y maltratador de la esencia del ser humano, me tocó un
“aterrizaje forzoso” con mi mamá en el Hospital de los Magallanes de Catia
(Hospital del Oeste, Dr. José Gregorio Hernández, un verdadero insulto a este Santo médico venezolano, que
el país venera desde su fallecimiento hace 95 años).
Catia Adentro y el Hospital de
los Magallanes de Catia es en definitiva la suma de todos los miedos,
recordando al famoso film Dirigido por Phil Alden Robinson, con Ben Affleck,
Morgan Freeman, James Cromwell, Liev Schreiber y Bridget Moynaham.
Catia Adentro y el Hospital de
Magallanes es el rostro más oscuro de
una Venezuela caótica, ineficiente. Es el monstruo de la pesadilla, de la cual
nos despertamos aterrados en una mala noche con el corazón palpitando
aceleradamente y sudando frío. Es la Venezuela que a pesar que nos aterra cada
minuto que la recorremos, consigues todo lo que más de medio país no consigue
en alimentos, desodorantes, papel toilet, detergentes, Mazeite, harina de
trigo, harina de arepa, vegetales y preciosos aguacates en todas partes,
pescado fresco de todos los tipos,
carne, chuletas ahumadas, costillitas, pollo en milanesa o como a la gente le
venga en gana que se lo vendan.
Catia Adentro y Hospital de los
Magallanes por ser lugares encumbrados buscando el cielo, pero que en verdad es
el mismo Infierno, el modo de vida de muchos es la motocicleta. Nunca en mi
vida he visto tantos motorizados a altas velocidades y como enjambre de abejas
como en estos lugares. En Catia Adentro, no necesitan un gigantesco ejército de
las Fuerzas Armadas Venezolanas porque los mismos motorizados son el propio
ejército, son el poder sobre 2 ruedas. Son los dueños de las calles, callejones
y de las encumbradas subidas de todo este súper complejo sector.
En otros lugares del país se le
tiene terror a los motorizados por miedo a un arrebatón o un atraco a mano
armada, pero en estos super-poblados lugares el terror es que cualquier peatón
pueda ser llevado por delante por decenas y decenas de motorizados que manejan
apurados para trasladar a alguien del Metro Plaza Sucre al Hospital de
Magallanes o a cualquier rincón caótico y no apto para carros sino para
motorizados y Jeeps. En mi caso y de muchos que no somos de ahí, sino por
circunstancias ajenas a nuestra voluntad: NO HAY OPCIÓN, No tengo NINGÚN AMIGO “disponible”
que antes de 1999 si eran periodistas-amigos disponibles para tender una mano o
una “palanquita” para lograr una atención mínima de humanidad, limpieza,orden,
con insumos que suponemos que en el Hospital Militar debe haber u otro lugar
hospitalario con servicios de Medicina Interna y con Cuidados Urgentes del
sector castrense.
Pero en mis opciones limitadas
prefiero irme a pie a “sol pelao” desde el Metro de Plaza Sucre hasta el “horripilante
y deshumanizado” Hospital de los Magallanes de Catia, que montarme en una
Moto-Taxi cargada de sabanas limpias lavadas por mí a a mano, así como insumos
médicos y limpieza. Entre mis supremos miedos está en montarme en una moto con
velocidades aterradoras y llegar con un ataque al corazón al impensable
Hospital que me ha humillado a mí y a mi mamá en límites que son
insorportables.
Como los motorizados son el mismo Ejército en esos sectores, es
a ellos que me dirijo para solicitar ayuda para cruzar una callejuela o una
avenida por la Laguna de Catia: Son trabajadores echados palante y que el mundo
NO se los traga a ellos. Ellos son los Jefes, y no las decenas de Policías
Bolivarianos que están en patrullas y motos por esos lados perdidos, pero que
no se dan abasto ante gigantesco caos.
En este 3 de julio, mi cuerpo y
mi alma parecieran que desfallecen, pero hay que seguir adelante con el CAOS de
los caos. Soportar otro día de peloteos y maluquezas de más de la mitad del
personal de enfermería, auxiliares y de la indiferencia de los médicos jóvenes que
no pasan de los 30 años: Algunos al menos te escuchan y luego te dan la espalda en sepulcral silencio.La impotencia
es grande al no tener ninguna autoridad
del Hospital que te reciba y resuelva solicitudes mínimas o quejas infinitas. Pides ayuda a una enfermera o auxiliar para que me ayuden a subir un poco la cama hospitalaria o cambiar una sabana sucia (lavada por mí) y te dicen: "NO SÉ" y te dejan con la palabra en la boca. Buscas ayuda de un camillero y muchos te dicen (con algunas excepciones): "NO SÉ ni está en mis funciones". Nadie atiende. Nadie resuelve. Nadie te entrega un Informe Médico o un récipe
Médico legal para ir a supermercados de Salud en algún instante que prácticamente
ya no existe para mí.
En este absurdo y deshumanizado
lugar, he encontrado algunas manos misericordiosas con las camareras, quienes son
las más humildes y viven en Catia Adentro. También existe un bello joven tanto físicamente como del alma
que se llama Daniel (pareciera actor de TV por su presencia) que está ubicado
cuando le toca guardia en la Cocina de la Sala de Emergencias. Hace dos días su
generosidad infinita me conmovió las fibras más infinitas del alma: Me había
comprado de su precario salario un litro de Yogurt de fresa endulzado con
azúcar dietética Splenda, para que no olvidara mi salud. Estas son las personas
que las denomino hermosas flores del desierto que crecen con humanidad y
valentía en el medio del Desierto. Son los ángeles que Dios nos envía en
momentos que pensamos que se olvidó de nosotros o en instantes que la
inhumanidad de muchas personas en ese Hospital te despedazan el alma y la
autoestima.
**Hospital de Magallanes de Catia,
Sala de Emergencias. Cama 2/ Caracas, 3 de julio 2014