miércoles, 11 de enero de 2012

RAFAEL POLEO: MILITARES IMPONEN CAMBIO BRUSCO EN PLANES DEL PRESIDENTE CHÁVEZ

 Diosdado Cabello, chavista, pero Anti-Fidel...


*Ante la alta posibilidad de que Chávez, urgido por su enfermedad, imponga cambios estructurales a través de la Asamblea Nacional, los militares imponen a su hombre: Diosdado Cabello, al frente del Poder Legislativo, en lo que se presenta como una reorientación del proceso revolucionario hacia sus objetivos originales, muy lejos del comunismo.

Por Rafael Poleo

El retorno de Diosdado Cabello corresponde a un cambio drástico en el proceso revolucionario que dentro del estamento militar comenzó a fraguarse en los años ochenta y tuvo su primera explosión el 4 de febrero de 1992. Este cambio supone un retorno a la idea original del movimiento que en aquella fecha reveló el profundo disgusto del estamento militar ante el curso que había tomado el sistema democrático instaurado cuando los militares derrocaron al dictador Pérez Jímenez en 1958.

 Cabello, a quien Chávez había marginado luego de llamarlo incapaz y ladrón ante las cámaras, representa el sector nacionalista de esa revolución, el cual ha enfrentado de forma sorda pero tenaz el proyecto castro-comunista de Chávez.

 Debe recordarse que el movimiento de oficiales medios promovido por Chávez dentro de las Fuerzas Armadas con la protección de varios generales, estaba muy lejos de ser comunista, aunque Chávez ocultamente lo fuera. Las figuras mas prominentes de ese movimiento – Urdaneta Hernández, Arias Cárdenas, Grüber, Baduel y otros – eran y son, en todo caso, socialcristianos, además de nacionalistas. Para desarrollar su alianza con Cuba, Chávez tuvo que deshacerse de oficiales como los mencionados.

El propósito original del movimiento que emergió con el golpe del 4 de febrero de 1992, tenía mucho de utópico. Consistía en establecer un régimen nacionalista con una economía ordenada con función social y manejada por factores distintos de la oligarquía financiera que dominó la vida nacional hasta el colapso del sector bancario en 1994. Chávez tenía objetivos distintos, pero los ocultó colosalmente hasta que se deshizo de sus compañeros militares y montó la alianza estratégica con Cuba.

Desde que a partir de 2001 Chávez mostró su intención de cubanizar a Venezuela, el estamento militar ha venido sosteniendo una tenaz resistencia, acatando, pero no cumpliendo, aparentemente las ordenes del Presidente. En este sentido ha llegado a actitudes de sistemático fingimiento, con exageración de sus expresiones de lealtad. A esto hemos llamado el síndrome de Rosendo, por el general que, mientras aparecía como el más leal y elocuente defensor del Presidente, era uno de los que fraguaba el movimiento del 11 de abril de 2002, cuando el alto mando brevemente depuso a Chávez.

Aquel movimiento del 11 de Abril se frustró porque un segmento mínimo de la Fuerza Armada, lo que hoy podemos ver como la derecha militar, bajo la figura de Carmona Estanga, se hizo con el poder a espalda de la mayoría de los oficiales medios, quienes no buscaban un retorno al antiguo régimen, sino una reorientación hacia los objetivos originales. Fue entonces cuando los generales Baduel y García Carneiro movieron hacia Fuerte Tiuna los tenientes coroneles que comandaban los batallones, revirtiendo la situación.

 A partir de entonces y por unos meses Chávez fingió reconsiderar la alianza con Cuba. Para restaurarse aprovecho la fisura que el movimiento de abril había provocado entre los militares y pronto retornó a su proyecto comunista, imponiendo en los mandos a oficiales que le expresaban lealtad. Pero basado hasta en la experiencia de su propia conducta como conspirador, Chávez comprende que nunca podrá confiar en los militares, por lo que ha adelantado un plan para sustituir las Fuerzas Armadas por una milicia políticamente comprometida. Mientras ese plan avanza, oficiales cubanos son los verdaderos jefes en puntos nodales del sistema de defensa nacional. Esta presencia de extraños causa tensión permanente en los establecimientos castrenses, con grave perjuicio para la solidaridad de los oficiales con el presidente.

El deterioro de la salud de Chávez y la duda razonable sobre su capacidad para seguir en el mando ha sido, por supuesto, el tema de discusión en todos los niveles militares durante el último año. La posibilidad de un vacío de poder es vista con especial preocupación por quienes tienen razones para temer que un desmoronamiento del régimen los arrastre como chivos expiatorios engordados por la percepción común de que “a Chávez lo sostienen los militares”.

Frente a este cuadro que los ubica como las victimas propicias, los militares han decidido tomar el control, arrancándolo de las manos, no muy firmes, del confuso funcionario político del PSUV. La imposición de una de sus fichas más importantes en la Presidencia del Poder Legislativo bloquea la intención de cambios institucionales que Chávez, a su vez urgido por su declinación física, impondría en su marcha hacia su objetivo comunista. Debe recordarse que los militares ya han frustrado cambios estructurales que alterarían la naturaleza de la sociedad venezolana como hicieron cuando obligaron a Chávez a aceptar su derrota en el Referéndum Constitucional del 2004, el cual hubiera capacitado a Chávez para establecer de una vez la dictadura comunista según el modelo Cubano.

En qué medida los militares han tomado el control de la situación, es algo que veremos en las próximas semanas -o días. De manera inmediata no hay duda de que a Chávez le han impuesto el sucesor que menos hubiera deseado, el mismo cuyo liderazgo sistemáticamente había desmontado, dejándolo sin recursos para repetir como gobernador de Miranda, anulándolo políticamente en un cargo administrativo, destruyendo su red de recursos financieros y, lo más dramático, acusándolo en televisión y en su presencia de corrupto e incapaz. Todo lo cual fue asimilado por Diosdado con la serenidad que un siglo antes Juan Vicente Gómez se tragó las humillaciones a que le sometió Cipriano Castro, para luego desplazarlo cuando Cipriano perdió la salud.

Este cuadro objetivo no es necesariamente agradable para los partidos políticos y el empresariado tradicional, a quienes han estado dirigidas las frases amenazantes con que Diosdado Cabello asumió el jueves la presidencia de la Asamblea Nacional. El plan es desplazar a Chávez y a los cubanos, consolidar al PSUV como gran partido nacional – más adelante se decidirá si de su nombre se elimina la palabra socialista – normalizar las relaciones con Occidente y establecer una sociedad con nuevos factores de poder en la cual tendrían protagonismo quienes para 1992 podían considerarse excluidos.

Es un juego nuevo sobre el mismo tablero. Las reglas de ese juego son las establecidas por la Constitución y Diosdado tiene la misión de impedir que esas reglas se cambien en dirección del comunismo, como Chávez tenía planeado. Pero faltan pasos importantes. El Articulo 233 de la Constitución establece que si Chávez desaparece antes de terminar el actual mandato, este lo completaría el Vicepresidente, Elías Jaua, quien en las Fuerzas Armadas es peor visto incluso que el pro-Cubano Nicolás Maduro. De manera que faltan cambios.

Es un proceso dentro del proceso pero un proceso decisivo.
Periodista Rafael Poleo, radicado en Miami (USA) por razones polìticas
al igual que su hija la periodista Patricia Poleo