martes, 7 de marzo de 2017

VENEZUELA ES EL PEOR PAIS EN AMÉRICA LATINA Y EN EL CARIBE PARA NACER, ENVEJECER Y MORIR...



Escribir de la pobreza porque se vive, se sufre y se duerme con  ella, es algo que duele muy hondo. Como periodista, hace muchos años iba a hablar con los más pobres de Caracas, capital de Venezuela y lloraba sus inmensas carencias como si fuesen mías. En el 2017, hablo de la pobreza en primera persona, porque ya tengo 4 años al igual que millones de venezolanos, que de repente nos llegó  cada amanecer o la noche sin saber que podemos comer: No tenemos casi nada en la nevera, nada en la alacena. No hay nada que comer para burlar el hambre y no irnos a la cama con el estómago vacío.

En cada nuevo día y al irme a dormir, le ruego a Dios no enfermarme de nada en esta pobreza tan grande y de mil carencias, que jamás ni en mis peores pesadillas llegué imaginar que podía vivir en primera persona. Esta  pobreza horrible, incluye no tener acceso hasta las medicinas más básicas que en los demás países de América Latina y del Caribe SI HAY, pero en Venezuela NO HAY.

En este instante que escribo estas líneas, tengo un fuerte quebranto por gripe y no tengo la posibilidad de conseguir en ninguna farmacia un antigripal con dos antialérgicos para poder respirar sin dificultad, ni de hacer inhalaciones de mentol VicVaporub, porque no existe tampoco en Venezuela. No tengo mis pastillas para dormir, que desde hace varios años las he necesitado porque tengo el mal del insomnio: Debo pasar largas noche en vela y dormir apenas un rato vencida por el cansancio cuando apenas empieza a esconderse la noche.

En otros tiempos, escribía como periodista en tercera persona de los más pobres. Iba a los barrios  con ranchos de latón o de cemento sin frisar donde la pobreza me golpeaba. Mujeres muy jóvenes y con padres distintos que tenían varios niños a cuestas, sin un oficio o profesión. Hoy en Venezuela, la mayoría somos muy pobres, los que NO estudiaron y los que SI lo hicimos para tener una mejor vida y con calidad.

Hoy en mi país la pobreza me tomó de sorpresa como rehén. Mi ingreso mensual como profesional universitaria jubilada, egresada de la primera Casa de Estudios del país como lo es la Universidad Central de Venezuela, es de apenas de 16 dólares al mes, es decir que en mi hogar debemos alimentarnos con 0,50 de dólar por día.

Por vivir en una zona popular de Caracas, como lo es la Parroquia El Valle y porque en mi comunidad existe un Consejo Comunal, desde hace 8 meses tengo acceso a la compra de una bolsa de alimentos que el Gobierno distribuye bajo la denominación de los CLAP (Comité Locales de Abastecimiento Popular) que tiene productos de precios regulados, que no existen en el mercado. Esta bolsa que venden cada 40 días, tiene 1 litro de aceite, 2 kilos de arroz, 2 kilos de harina para hacer arepa, 2 bolsitas de leche en polvo, 1 kilo de azúcar, 1 kilo de pasta corta y 2 laticas pequeñas de atún.

La pobreza se respira, se siente y se duerme en Venezuela de manera dramática. Todos los venezolanos estamos perdiendo peso de manera notoria. Los rostros demacrados de miles y miles de venezolanos caminan por las calles rotas, y de noche se asoman con miedo por las ventanas para observar su entorno sin nada de luz.

No necesito desde mi vivencia como periodista y ciudadana de a pié, leer ningún reporte socio-económico que me indique el nivel descomunal de la inflación que cada día nos empobrece más o que me señalen las cifras en rojo del PIB de mi país. No necesito saber cuál es el nivel de desnutrición de nuestros niños, adultos y ancianos, porque convivimos muy cerca con esta tragedia.


La erradicación de la terrible pobreza que tenemos HOY en Venezuela, requiere antes que nada exterminar el flagelo de la corrupción escandalosa que está  expandiéndose como un cáncer terminal en todos los espacios gubernamentales y también en otros niveles de la sociedad del país. Erradicar la pobreza es incentivar la producción en los fértiles campos  venezolanos, que hoy están abandonados. Es sincerar el Gasto Público. Es unificar el valor de nuestra moneda con respecto al dólar. Es re-estructurar la Deuda Pública. Es promover la economía del sector privado. Es dejar que los que más saben en cada área, estén en donde les corresponde. Es simplificar al mínimo la burocracia. Es descentralizar el poder y que no esté solo bajo el puño de un Estado todopoderoso que  todo lo controla. Necesitamos un Estado transparente en sus cuentas y cómo gasta el dinero.

En América Latina y en el Caribe, Venezuela en estos momentos es el peor país para nacer, para envejecer y para morir.