lunes, 23 de agosto de 2010

EL PERIODISTA QUE DECIDIÓ VIVIR SIN CELULAR...



Por Luis Alberto Miño/ Foto de Edwin Cruz
*Ventajas y beneficios de una vida sin este medio tecnológico.

(Curiosa y graciosa Información que me enviara mi querido amigo el veterano periodista venezolano Asdrúbal Barrios, que a veces tambièn se anota en esta "onda" de su colega colombiano Luis Alberto Miño)


Aunque para muchos existir sin este aparato parece inconcebible, algunos se resisten a que entre en sus vidas. Un periodista cuenta por qué decidió no tener celular y, sobre todo, por qué lo disfruta.

El celular está en todas partes. En Colombia existen 42,2 millones de líneas de celulares activas. Casi toda la población tiene uno, desde los niños de kínder hasta los más peligrosos presos. Pero yo me resisto. Hago parte de un pequeño grupo (más allá de las monjas de clausura, los bebés que todavía no hablan, algunos indígenas nukak makú y los pacientes en coma) que no tiene celular por convicción.

Podrán pensar que voy llegando a los 90, pero tengo 38 años y nunca he comprado un teléfono móvil. Ni uno 'flecha'. ¿Cómo vives sin celular?, me preguntan a diario. Me río. ¿Y si te pinchas? ¿Y si tienes una emergencia? Mis amigos, al comienzo pensaban que ganaba poco y me decían: "Pero puedes comprar uno prepago". Pero cuando los planes bajaron y los empezaron a regalar, la duda se disolvió. Entonces, llegaron a pensar que era por ignorancia, que no podía ni manejar una licuadora. "El celular es fácil", me decían. Ni lo uno ni lo otro. Tengo portátil, uso Internet, chat y también juego Playstation 3.

No pretendo ser un bicho raro ni ir en contravía, ni estoy huyendo de nadie. La razón es simple, trato de llevar una vida tranquila y me rehúso a convertirme en un call center 24 horas y ambulante, y a gastar (más de 100 mil pesos mensuales) para que cualquier lagarto o desconocido, me pueda encontrar en la playa más perdida o en pleno partido de fútbol.

El problema de tener celular es que si entras a ese club tienes que contestarlo hasta la muerte. Si lo apagas o decides no contestar estás en un lío. Eres sospechoso. En cinco minutos puedes tener 30 llamadas perdidas. "Por qué lo apagaste", te dicen y el asunto puede terminar en llorada y divorcio. "Te he llamado tres veces", te recrimina el jefe y te la puede montar ese día. No sé si recuerden, pero antes, cuando reinaba el teléfono fijo (el del cable que se enrosca), te llamaban a la casa y después de cinco timbrazos la gente concluía: 'No hay nadie'. Cero lío y llamaban después.

He logrado vivir sin celular todos estos años. Me levanto a tiempo con despertador. Manejo sin llamar a nadie. Tomo sopa sin chatear al mismo tiempo. Me caben en mi cerebro cinco números de celulares y los demás los apunto en papelitos y hago las llamadas del teléfono fijo.

La gente parece que olvidó que todavía existe el teléfono fijo, el hijo de Graham Bell. Y me dicen: "Y cómo hago para ubicarte si no tienes teléfono". "Claro, el fijo", les contesto. El olvido es real. Hace poco me llamó una amiga a la oficina y me dijo: "¿Y dónde estás?". "Pues en la oficina", me reí.

Uno de los problemas de no tener celular es que nadie te cree. Piensan que les estás negando el número y se ofenden. Entonces, viene la pregunta maliciosa: ¿Y cómo todo un periodista no lo usa? Tantos años enfrentando este interrogante humano me han permitido diseñar varias respuestas. "Se hizo periodismo 100 años en Colombia sin celular, eso sigo haciendo", es mi favorita.

Otras personas, más comprensivas, me ven como un héroe y dicen en tono de confesión de adicto: "Yo no podría dejarlo, yo me devuelvo a la casa si lo dejo, me muero si lo pierdo". Y tienen razón. Sé de mujeres que han metido la mano en un inodoro intentando rescatar su teléfono. Las admiro.

La ventaja de no tener celular es que todo el mundo sí tiene. Si necesito hacer una llamada están los familiares y amigos. Tienda, panadería, chuzo y vendedor de cigarrillos que se respeten venden minutos.

No voy a culpar al celular de acabar matrimonios (porque te descubrieron una llamada, una foto, un video). Ni de aumentar la violencia (porque ya están matando por un celular barato). Nosotros ya estábamos torcidos desde antes. Desde los tiempos de las cartas se montan cachos y se mata desde la época de las caucheras. Pero creo que por no tenerlo me he escapado de muchas.

No soy blanco de las chuzadas del DAS, pues está out interceptar teléfonos fijos. Me he salvado de pelear con un vigilante de un banco por contestar. Tampoco tengo que ponerles en el teléfono a mis amigas nombres de hombre. Para muchos, Claudia es Ricardo Pérez...

Además, me he salvado de los amigos que solo llaman faltando 20 minutos para las 12 de la noche un domingo preguntando cómo va tu vida, esperando gastar los últimos minutos de su plan. De las multas de tránsito por manejar hablando (ponen 124 al día en Bogotá). De buscar en Chapinero una inspección de Policía para poner un denuncio por robo.
No tener celular es como estar sobrio en un carnaval de Barranquilla. Se ve todo diferente. Es divertido.

En el supermercado la señora llama al trabajo al marido para preguntar: "¿Compro plátano verde o maduro?". Ya las personas no se quieren bajar del carro para preguntar por la novia en la portería, solo mandan un mensaje: "Estoy abajo". Y ella, en vez de bajar rápido, le escribe: "Ya bajo".

Es divertido ver que cuando aterriza el avión lo primero que hacen todos los pasajeros es prender su móvil y, casi en coro, dicen: "Ya aterrizamos". Mujeres, imagínense el lío de un hombre cuando le suena el celular y está orinando. Imagínense el pantano que forman, ustedes saben que no somos tan diestros para hacer dos cosas al tiempo. Y qué más divertido que las peleas de parejas en las busetas, son unas novelas, lo malo es que si el protagonista se baja rápido uno nunca sabe en qué terminan.

Y aunque soy tolerante con los seguidores de este invento, maldigo en los conciertos porque ya no se puede ver al cantante, pues todos levantan sus celulares para grabarlo. Y odio que en el cine, pese a que aparecen mil letreros pidiendo que los apaguen, no falta el que lo deja prendido, para que cuando le timbre pueda contestar: "Estoy en cine". Y qué decir sobre los amigos que en los restaurantes no hablan entre sí sino que cada uno mira su celular. La cosa va mal.

Pocas veces me he arrepentido de no tener celular. Tal vez alguna rumba o una cita, pero he logrado sobrevivir en este palenque, libre de celulares. Creo que el gran problema de hoy es que, con tanto plan barato, la gente tiene más minutos que cosas para contar.

Por ahora, lo único que me preocupa, no es vararme ni sufrir un infarto sin celular, sino que si me encuentro con un ladrón, espero que sea comprensivo y entienda cuando le diga: "No tengo celular".

PD. Cualquier reclamo, no duden en llamarme al celular.