Siempre estuvo dispuesta a transmitir conocimientos a quienes requerían de su ayuda; con sus ocurrencias lograba que todos sonriéramos, hasta en los momentos más difíciles. Los regaños nunca fueron en vano, porque gracias a ellos, sabemos hoy cómo redactar las notas del día, aseguraron Ismeyer Tapia y Leidy Boscán.
Alfredo Fermín (diario El Carabobeño)
La muerte nos arrebató este sábado 11 de octubre, faltando cinco para las 6 de la tarde, a Marbella Jiménez, nuestra periodista más querida y alma de la Redacción, en la que se formó y dio ejemplo de una constante superación profesional.
En apenas mes y medio, una extraña enfermedad, conocida como vasculitis cerebral necro hemorrágica, puso fin a la vida de esta valenciana, que rendía honor a la fama de belleza y distinción de las mujeres de nuestra ciudad.
Siempre risueña y serena, fue un ángel para los periodistas de su generación y una fuente de sabiduría y orientación para los de las nuevas generaciones, que sentían por ella una admiración y devoción.
En agosto, poco tiempo después de haber cumplido 64 años, comenzó a sentir fiebres y escalofríos, a los que no prestó mucha atención, pero los malestares se intensificaron, por lo cual fue necesario ingresarla al policlínico La Viña, donde permaneció durante 40 días.
En un principio sus médicos pensaron que se trataba de encefalitis pero, luego de todo tipo de exámenes, el diagnóstico fue vasculitis cerebral en primer grado. La mayor parte que duró su gravedad estuvo inconsciente hasta ayer, cuando expiró sin síntomas de angustia.
La noticia conmovió al personal de El Carabobeño, nunca antes se había sentido tanto dolor, ni se habían derramado tantas lágrimas como en la tarde del sábado 11 de octubre. La poeta Delmira Agostini lo había sentido antes: "Tan triste que he llorado hasta quedar inerte/Yo sé que estás tan lejos que nunca volverás!. No hay lágrimas que laven los besos de la Muerte".
Y Salvador Castillo, quien fue su maestro y la admiraba por ser "una dama dotada del don de gente" diría, recordando al poeta español Miguel Hernández: "No hay extensión más grande que mi herida/lloro mi desventura y sus conjuntos/y siento más tu muerte que mi vida".
Los estudios de primaria los hizo Marbella Helena en la acreditada Escuela Peñalver y la secundaria en el liceo Pedro Gual. Siguió estudios de secretariado ejecutivo lo que le permitió, en 1965, ingresar a la agencia de noticias Servipres, dirigida por César Vita, quien la recuerda "muy joven, alegre, llena de ilusiones y buena compañera".
Su eficiente desempeño y su talento le permitieron ingresar a la Redacción de El Carabobeño. Comenzó ayudando a Matela Bianchi en la sección de Sociales, al frente de la cual estuvo un buen tiempo. Se desempeñó también redactando información general, por lo cual la Asociación Venezolana de Periodistas la tuvo entre sus integrantes.
En 1975, cuando fue creado el Colegio Nacional de Periodistas, ingresó, por méritos propios, entre los miembros fundadores de esa institución. Entre 1979 y 1984 fue directora de la oficina de Prensa y Relaciones Públicas de la Asamblea Legislativa. Finalizado aquel período gubernamental regresó a El Carabobeño, como asistente de Alecia Franco de Ortega, gerente de Relaciones Públicas de este diario.
Luego tuvo a su cargo diversas fuentes, hasta su designación como editora y coordinadora de secciones de información general. El velatorio tuvo lugar en la funeraria Quo Vadis, detrás de la Torre Exterior, en la avenida Bolívar. El cadáver fué cremado cumpliéndose así sus deseos.
Recuerdos: Carolina González recordó que, en Marbella, siempre había una palabra jocosa,"una marbellada" con la cual alegrar la tarde cuando "los jefes se ponían intensos". "Cuando la reunión de los editores se alargaba o cuando 'el cochino' nos arropaba, un chiste, una frase irónica o una reflexión profunda e interesante eliminaba la tensión.
Hoy el trabajo sigue, no puede pararse, aunque la tristeza y el silencio abruman a la Redacción. Todos escriben, corrigen, titulan; pocos hablan, quizá reflexionando sobre esos momentos gratos en los que siempre apareció la palabra fresca que alegraba la tarde. Ya no será así, pero el recuerdo perdurará por siempre", comentó.
Una maestra
Ismeyer Tapia y Leidy Boscán, periodistas de las nuevas generaciones, dijeron llorando que la tenían como su maestra. "Con paciencia, cada día, enseñó y corrigió a quienes hoy formamos parte del equipo de esta Redacción, en la que compartió largos años". "Siempre estuvo dispuesta a transmitir conocimientos a los pasantes y a los periodistas que requerían de su ayuda. Con sus ocurrencias lograba que todos sonriéramos, hasta en los momentos más difíciles.
Los regaños nunca fueron en vano, porque gracias a ellos, sabemos hoy cómo redactar las notas del día. Nunca se dejó vencer por las circunstancias, confrontaba las situaciones de una manera aguerrida, con su firme y decidido carácter".
"Recordaba sus anécdotas en El Carabobeño para que conociéramos la historia de esta empresa periodística y entendiéramos que lo importante no es llegar, sino mantenerse", escribieron Leidy Boscán e Ismeyer Tapia.